jueves, 20 de diciembre de 2012

Black Mirror

En ocasiones, cuando nos damos una vuelta por el mundo de la pequeña pantalla, podemos encontrar series cuyos guionistas se dedican a rellenar temporadas y temporadas con episodios vacíos y tramas insustanciales. Y luego, muy de vez en cuando, podemos encontrar otras, pequeñas joyas, que condensan en apenas 50 minutos historias tan intensas que podrían ser perfectamente por si solas el piloto de una nueva serie. Hoy, vengo a hablaros de una de estas joyas: Black Mirror.


Black Mirror es una miniserie británica que se estrenó en diciembre de 2011 y que consta de 3 capítulos totalmente independientes entre ellos. Cada uno tiene un escenario, unos personajes e incluso líneas temporales diferentes, y si buscáramos algún denominador común solo encontraríamos la presencia de la tecnología como un protagonista más de la historia.


El creador, Charlie Brooker (al que puede que recordéis por Dead Set, esa serie sobre cómo la casa de Gran Hermano británica se convierte en un refugio antizombies), llegó a decir de ella en The Guardian "Si la tecnología es una droga -y parece que sea una droga- entonces ¿cuáles son sus efectos secundarios? Este área, entre el placer y la incomodidad, es donde Black Mirror está ambientada. El espejo negro al que se refiere el título es el que encuentras en cada pared, cada mesa, cada palma de la mano: la fría y brillante pantalla de una televisión, un monitor o un smartphone".
Porque aunque la tecnología no sea precisamente el desencadenante de los argumentos de la serie, es uno de los elementos principales que permiten el desarrollo de la historia.

Y bueno, vale, decir que la tecnología es lo único que los capítulos tienen en común es mentir un poquito. Si hay algo que definitivamente podemos encontrar en los tres episodios de esta serie es la provocación. 'La idea es que sea como un surtido de galletas que te ofrece un sociópata mientras sonríe', dice Brooker también sobre Black Mirror. Y no se equivoca.

Pero seamos realistas, en Black Mirror cada uno de los 3 episodios es un mundo en sí mismo, así que creo que deberíamos ir por partes.

Cuando comenzamos a ver la serie, casi en los 10 primeros minutos ya miramos a la pantalla con incredulidad. El hilo conductor del primer episodio, El himno nacional, es el secuestro de uno de los miembros más mediáticos de la realeza británica, la Princesa Susannah (alias la Princesa de Facebook). Las peculiares condiciones para su liberación al principio parecen irreales, incluso cómicas, hasta que te vas dando cuenta de hasta que punto se está volviendo bizarra la situación.

El episodio se desarrolla en lo que podríamos considerar el presente, en una sociedad muy parecida a la nuestra en la que las redes sociales y los medios de comunicación están cada vez más presentes y pueden llegar a cambiar el rumbo de la historia.

Y justo gracias a estos elementos, vemos cómo va evolucionando el caso del secuestro y cómo actúan en consecuencia el gobierno, los medios y la población en general, cómo cada paso, cada dato, juega con ministros, periodistas, y con el usuario en general en una sociedad donde cualquiera tiene la oportunidad de difundir noticias y opiniones con un simple tweet, jugando así con pequeñas cosas que tocan muy de cerca nuestra vida cotidiana.

Y claro, después de todo este lío, llegamos al segundo episodio con una lucha entre el escepticismo y las ganas de saber con qué te vas a encontrar y con qué elemento van a intentar remover, digamos, nuestra conciencia.

En 15 millones de méritos nos situamos en una sociedad extrañamente futurista donde el ser humano ha quedado prácticamente relegado al trabajo de producir energía, energía que se contabiliza como si fuera dinero, una especie de créditos con los que se pueden comprar todo tipo de cosas, todas ellas elaboradas virtualmente. Y con este panorama en mente nos centramos en uno de estos seres humanos aunque más que humanos son tan solo consumidores, y vemos cómo es su vida diaria: durmiendo entre 4 pantallas interactivas, llendo a producir energía día tras día... hasta que un día se fija en alguien nuevo, una chica desconocida que desencadenará en él toda una serie de actos, llamémoslos... revolucionarios.
Si en el primer episodio vemos como los guionistas jugaban con el poder de las redes y del público, en este podemos ver cómo juegan con el consumismo, con la ambición, la corrupción y una vez más con el poder que ejercen los medios, y sobretodo la televisión.

He de decir que este fue el episodio de los 3 que menos me encandiló, pero tampoco te deja indiferente, y vuelve a plantearte la pregunta que en mi opinión está presente en toda la esencia de Black Mirror, ¿qué hubiera hecho yo en su lugar?

En el tercer episodio, Toda tu historia, estamos en un tiempo que podríamos considerar intermedio: ni tan actual como el primer episodio ni tan futurista como el segundo, con una sociedad en la que todo el mundo puede rebobinar y proyectar cualquiera de sus recuerdos.

Y con este escenario comenzamos a ver cómo las relaciones humanas y las interacciones van mutando en función a la tecnología, cómo nuestra mente y nuestros sentimientos son mimados y abofeteados por las acciones de esos espejos negros, esas pantallas que nos rodean, y cómo hacen que se despierten los instintos más básicos.


En definitiva, los episodios de Black Mirror recogen varios elementos claves que remueven conciencias, y ya ha sido clasificada por muchos como obra maestra. Es una de esas series que no dejan indiferente a nadie, y no solo porque tenga toques extraños y provocadores que pueda hacer temblar alguna sensibilidad y alguna mente tecno-adicta, es que nos hace meternos directamente en la historia, ya sea a base de elementos que todos conocemos o sumergiéndonos en un mundo de desarrollo tecnológico que no nos parece especialmente distante.

En mi opinión, cumple perfectamente el dicho de que las mejores cosas vienen en frasco pequeño, y mientras muchos esperamos con ganas la segunda temporada (que ya está confirmada), no me queda más que recomendaros que no os la perdáis.




PD: Como curiosidad, os dejo la canción que inspiró el título de la serie Black Mirror de Arcade Fire

2 comentarios:

  1. Acabo de verla en Energy y tienes toda la razón, es altísimamente recomendable. Te hace replantearte muchas cosas aunque solo sea mientras estás delante de la televisión, paradójicamente.

    Mi capítulo favorito, al contrario que tú, ha sido 15 millones de méritos, aunque puede que haya sido porque el actor me ha sorprendido muchísimo, quien iba a decir cuando era un secundón en Skins que llegaría a ser tan máquina.

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  2. Amor a primera vista. Con los primero 5 minutos de cualquiera de los tres episodios te haces adicto.

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